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Ensayos y política - 01 de Enero de 2004

La morsa

La-morsa
Sobre la morsa se agiganta el rugir de los vientos, mientras la impericia acolchona su témpano despacho en inoperante quietud y servilismo, donde la traición jugará cartas en próximas partidas. La morsa gruñe coprolalia regurgitando el placer que lo divierte, viendo arrasar espejos de su especie, sin reconocerse en ninguno de ellos. La morsa escucha detrás de las paredes colmado de arenisca visión latente, como un reloj que espera la denuncia de plebeyas campanadas en su razón inhonesta. El mamífero se entretiene acrecentando la influencia y el pesgo de sus vísceras coronando el mandato conveniente, donde el hedor de los deshechos apestan multitudes de hambre de justicia. El obobenidae odobenus rosmarus, no puede con cabriolas de un circo que supera el capricho de la infamia. Su contextura psicofísica es impedimento que degüella el acierto de la bestia que transporta la molicie de la relevante incuria. Los inmensos colmillos anclan en el hielo como punzones para poder trasladarse o dormir sin temor a su proverbial torpeza. Son vengativas y soberbias, persiguiendo a todo aquello que supone peligro de escaso prejuicio. Aunque su hábitat es el polo norte, una corriente marina corrupta ha transportado a nuestras márgenes costeras un ejemplar protagonista. Y en insólitos pinganitos trepa en pinguosidad maniobra el paradigma ambulante del pájaro bobo, respetando orden y codicia aunque ello implique alimentarse de su cría en fojas de reclamos ignorados.

El gutural mensaje se apropia de las llagas perimidas del vulgo en obsecuente interdicto, y la morsa ríe expresando su inmoble desvarío: “Voy bien, viven mal, mueren peor”.
Adolfo Vaccaro, escritor argentino | mensajes@adolfovaccaro.com.ar | 2002 - 2024 | Textos disponibles en el sitio: 594