Esa mirada desmenuzó la sombra
abanicando en pestañas, sus instintos,
y de mi mano quise beber el vino
derramado en espacios de su boca.
La tentación prodigó un instante
cuando el silencio se hizo llaga,
al ver que su cuerpo comprendía
el camino del sueño que se escapa.
Fue adiós, dónde el sino enquista
la sanción emergida de otro mundo
y el tul enmudece sus recuerdos
sancionados por el tino.