En la grupa de un estaño hacen gala sus responsos.
Toda imagen se torna indivisa.
La oruga plegable da voz a su alma,
mientras un bañado de oculta mirada
se sumerge en vahos de esplín y marasmo.
Un ramal de dígitos sucede la música.
El tiempo es balanza que pesa su vida
y si el don alcanza la aguja que cae,
se vuelve serena, precisa, bondades.
Él nunca se deja escapar volviendo.
Siempre amanece llegando
por saberse nuestro.