Transitando por el camino azaroso de la vida, se encontraron en una esquina la Verdad y la Mentira.
La Mentira, alegre y deferente, se puso a hablar con su ocasional interlocutora expresando que su existencia era virtual y placentera y que estaba orgullosa de contar con tantas enciclopedias y escritos históricos que hablaban de ella.
Eran libros repletos de promesas incumplidas, de estafas y corruptelas, y de ambiciones privilegiadas que habían desembocado en guerra, hambre y miseria. Se jactaba de haber participado en los más sofisticados reinados, siendo la más llamativa cortesana de los palacios de la Tierra.
Mostrando sus cuadros y fotos más preciadas, se enorgullecía de los personajes que junto a ella posaban. Entre ellos la traición, el engaño, la deslealtad, la crueldad y la impudicia, parecían enaltecer su fastuosa figura.
La Verdad, que no tenía nada para mostrar debido a que su historia de vida era muy austera, sólo atinó a decir complanada y compresamente: “Como no tengo para mostrarte algo que pueda interesarte, solamente debo expresarte que Dios me dio la posibilidad de ser su pequeño representante en la conciencia y en el alma de los hombres”.
Mientras tanto, el mundo seguía girando a pesar del libre albedrío de la humanidad.
“Qué sólo se sentiría un hombre sin poseer alguna verdad.
No alcanzaría a cuestionar ni siquiera
Su propia existencia ”.