En el prado superior,
húmeda boca,
vuélvese ávida su nostalgia de besos,
sucumbiendo airosa la fuente del recuerdo,
vislumbre y oquedal de antiguas voces.
Vívido pedestal
de suave mano,
acariciando acuosa su adiós surgente,
anticipado ocaso en ruta del naciente
dónde estrangula el paso tu regazo.
En un violín
perplejo de silencio
se ahueca la razón de esta vigencia
trasponiendo ausencias sin relieve,
palpitando su muerte de esperanza.
Sobre un monte de alpaca,
tu saliva,
cerca de fin, remanso y entereza,
es Poseidón que envuelve de agonía
a los sedientos poros de la arena.
Regurgitando
ondinas y nereidas
al compás misterioso de un deseo,
encuentran en la cresta más lejana
unos ojos observando mi desvelo.
Y el frío viento,
suspiro avasallante,
sumerge en bruma el labio vítreo,
marea que anticipa su destierro
cuando la playa de espaldas me devuelva.