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Ensayos y política - 01 de Enero de 2004
El futuro
La apropiación diurnal se plasma en el recuento trasnochado. El cómplice de la infamia investiga a sus socios y la justicia dictamina la sentencia aconsejable.
La sanción amerita reclusión breve y confortable, esperando el mágico sobreseimiento profano.
Vivimos dentro de un diseño de acciones carentes de honorabilidad, veracidad y vergüenza, que hacen a la nutriente del despojo. La docilidad instrumental se vuelve subrepticia, ignorando el clamor del abandono. Mientras, el draconiano discurso del inmoral procura demostrar la oficiante conciencia que cree tener, argumentando placebos y proyectos impracticables.
El plan consiste en promover una prédica discordante, contrapuesta al acuerdo que se plasma en los despachos herméticos, dado que el espíritu de cuerpo debe conciliar novedosas formas de beneficio que parezcan criteriosas decisiones constitucionales. Acotar hacia fuera y desmesurar hacia adentro, es el objetivo primordial de la reiterada consigna, que cambia tendencias ideológicas sosteniendo la misma práctica corrupta.
La falta de talento dirigencial expulsa y margina a los mejores exponentes del conocimiento. Los cotos de poder establecen barreras infranqueables, succionando toda posibilidad de recambio. El aparato democrático se solventa con el apoyo feudal y el ajusticiamiento del careciente. La implícita privatización de la justicia a cambio de favores otorgados por los gobiernos vigentes, es la principal característica que venimos padeciendo hace más de 30 años.
La base del continuismo sistémico se solventa en la falta de seguridad, salud, trabajo, previsión y crecimiento, instaurando la estado-dependencia en una ciudadanía devastada y llevada a su mayor grado de indefensión histórica.
Continuaremos transitando la política del embuste por algún tiempo más. Luego sobrevendrá la Bolivianización y un pasaje de regreso hacia un mayor subdesarrollo, atados a los designios exóticos que otorgarán más dependencia y menor libertad.
La sanción amerita reclusión breve y confortable, esperando el mágico sobreseimiento profano.
Vivimos dentro de un diseño de acciones carentes de honorabilidad, veracidad y vergüenza, que hacen a la nutriente del despojo. La docilidad instrumental se vuelve subrepticia, ignorando el clamor del abandono. Mientras, el draconiano discurso del inmoral procura demostrar la oficiante conciencia que cree tener, argumentando placebos y proyectos impracticables.
El plan consiste en promover una prédica discordante, contrapuesta al acuerdo que se plasma en los despachos herméticos, dado que el espíritu de cuerpo debe conciliar novedosas formas de beneficio que parezcan criteriosas decisiones constitucionales. Acotar hacia fuera y desmesurar hacia adentro, es el objetivo primordial de la reiterada consigna, que cambia tendencias ideológicas sosteniendo la misma práctica corrupta.
La falta de talento dirigencial expulsa y margina a los mejores exponentes del conocimiento. Los cotos de poder establecen barreras infranqueables, succionando toda posibilidad de recambio. El aparato democrático se solventa con el apoyo feudal y el ajusticiamiento del careciente. La implícita privatización de la justicia a cambio de favores otorgados por los gobiernos vigentes, es la principal característica que venimos padeciendo hace más de 30 años.
La base del continuismo sistémico se solventa en la falta de seguridad, salud, trabajo, previsión y crecimiento, instaurando la estado-dependencia en una ciudadanía devastada y llevada a su mayor grado de indefensión histórica.
Continuaremos transitando la política del embuste por algún tiempo más. Luego sobrevendrá la Bolivianización y un pasaje de regreso hacia un mayor subdesarrollo, atados a los designios exóticos que otorgarán más dependencia y menor libertad.